A todos los selectos que han podido abrir la puerta.
Se sentó en su espera, le habían dicho que venía, que estaría ahí, que lo
podría ver. Estaba tranquilo, pero con muchas ansias de conocerlo, había
esperado toda su vida y durante toda esta le habían prometido que algún día, quizás,
podría conocerlo. Ya se lo habían comunicado, el momento era ahora.
Su padre y su madre tampoco lo conocían, pero le trataban de enseñar todo
sobre él, ellos nunca habían tenido la oportunidad de visitarlo y por los
rumores que lo rodeaban, le contaban a su hijo lo que ellos habían escuchado. Que
era bueno, bondadoso, que siempre entregaba amor, que no había nada más puro y
hermoso, decían.
Al igual que sus padres, llevaba su mejor tenida, nadie visita a alguien tan
importante sin sus mejores prendas, menos a él; la hora se acercaba y sus manos
se empezaban a mover rápidamente por sus bolsillos buscando algo con que poder
descargar sus nervios, algún papel que enrollar, o algo para masticar. Sin lugar
a dudas estaba poniéndose nervioso.
Faltaban pocos minutos para entrar a la sala donde él lo esperaba, su pierna
izquierda comenzó a tiritar, y pensó en sus hermanas, luego se preocupó de que
cosa le diría, mientras su temperatura comenzaba a elevarse trataba de pensar
en que cosas le preguntaría, pensó también que quizás algo aprendería,
aprovecharía de cambiar algunas cosas que le habían dado, en este lugar le
habían dicho que si se podrían cambiar defectuosos aspectos del alma, esos que en el “retail”
no se podían comprar, Estaba excitado y expectante . Y fue así, entre ansias
y especulaciones como fijó su mirada en aquella gran puerta.
Respiró hondo... la sala de esperas era tremenda, con copas de oro, antiguas
pinturas que adornaban las paredes contando una triste historia en 14 cuadros,
mucha gente estaba sentada ahí, todos mirando a una gran figura que mostraba su
dolor, el silencio era enorme y cada pilar se adornaba de flores, también así
lo hacían las estatuas, la luz llegaba al centro a través de coloridos vitrales
en un alto techo imposible de alcanzar, muchos de los sentados ahí también esperaban su llamado,
pero solo algunos podrían entrar definitivamente a su oficina, los selectos.
Sudado ya, giraba su cabeza esperando que algo apareciera, su madre
incansablemente juntaba sus manos apoyándolas en su frente con los ojos
cerrados repitiendo siempre la misma frase, una y otra vez, como si quisiera
que eso realmente sucediera, su padre a su costado aparecía sereno, observando
la gran sala de recepción con un grueso libraco en su mano. De pronto,
rompiendo el silencio sepulcral de la sala de esperas, un hombre, un anciano mejor dicho, que vestía un
extraño y diminuto sombrero y una bufanda blanca que no lo protegía del frio, Pronuncio
su nombre decididamente.
Al escucharlo sus pulsaciones llegaron al tope y el orgullo de sus padres se
mostró de lleno en sus rostros al saber que su hijo iba a conocerlo, primera vez
que su familia iba a tener ese honor, y él se lo merecía, era un joven excepcional.
El anciano lo tomo de la mano y le dijo -"haz sido elegido, debes jurar
guardar para ti lo que veras ahí, lo verás a él, grandioso, al ser más perfecto y
con las más grandes capacidades existentes, él lo sabe todo sobre ti, lo que
piensas, sientes, haces, ocultas y muestras, ¿te sientes preparado?".
El movió su cabeza asistiendo nada más.
Juró no contarle a nadie, juró que no se lo diría a nadie y procedió a
entrar. Su mano sudada tocó la puerta, pesada ella se rechazaba a moverse, pero
la empujo con más fuerza y lentamente una ranura de suspenso se abrió, una
primera hendidura, ¿podré mirar hacia adentro? se preguntaba, sentía una fuerte
presencia esperándolo, su corazón en su garganta, palpitaba excitado como un
gran motor, la puerta se abría, lentamente, la luz comenzaba a entrar, todos
estaban atentos, la puerta crujía abriéndose, cada vez más fuerte, cada vez más,
su emoción de conocerlo a él, de no poder ocultarle nada, de no poder mentirle,
al más poderoso ser, el más perfecto, estaba ahí , esperandolo solamente a el. Sin
ver nada por la oscuridad, decidió entrar, y cerró la puerta a su espalda.
La pieza estaba completamente oscura, no veía nada, aun todo era un
misterio, la pieza estaba sola, no sentía presencia alguna cuando de pronto se
prendió una luz.... se encontraba solo parado frente a un espejo, mirándose a
el mismo, a un ser prefecto, capaz, al ser que tanto le hablaron en su vida,
estaba ahí, él era, él podría conseguir todo en su vida, cambiar sentimientos,
entregar amor, ser bueno, ayudar a la gente a quien más lo necesita. Y entendió que solo él existe y que muy pocos son los capaces de llegar ahí y saberlo.
"El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir".
Albert Einstein.