Ayer venia caminando a mi casa, la noche era tibia y su suave viento merodeaba entre las partes de mi piel que estaban desprotegidas por la ropa veraniega. el viento, cálido, me soplaba de frente cuando avanzaba por una solitaria calle de mi ciudad, los arboles, las luces del alumbrado publico con su amarillento color dándole el tono nocturno a la pintura, los sonidos de la noche aumentados, el lento pero profundo "clack" de mis zapatos al caminar y frente a mi, aproximadamente a unas tres cuadras de distancia, caminando en medio de la calle al igual que yo, volvía a estar Armad, esto era extraño, hace mucho tiempo que no veía a ese "amigo-enemigo" que fue tan presente en mi infancia, hoy estaba ahí, a tres cuadras mías. pero no estaba sorprendido a pesar que jamás esperé verlo en mi ciudad.
Mi caminar era decidido y por supuesto el de Armand también, mientras mas me acercaba mas recordaba cada momento junto a él, más imágenes, historias y recuerdos llegaban a mi mente, junto a ese ser nocturno y despiadado, sin lugar a dudas solo quería arrancar despavorido de ese lugar por que sabia de lo que este "eterno" era capaz, con cada paso iba arrancándome un pedazo de vida y a la vez de muerte, casi como si la noche con su soledad infernal fue cómplice de aquel demoniaco personaje para poder juntarnos a los dos en el mismo lugar, mis ojos no podían quitarse de su silueta y como cuando se mira fijamente a una figura en la noche, todo se difumina al rededor y solamente eres capaz de ver manchones de colores y formas, como si tu vista automáticamente comenzara a pintar un cuadro impresionista en cada espacio de tu entorno, mire mis brazos y mis actuales ropas ya eran distintas, me sentí muy extrañado, pero no dejaba de caminar, como si algo en él hacia que me acercase decidido a enfrentarlo de una vez por todas... nunca deje de caminar.
Mis puños ahora eran de una camisa blanca y pomposa, los dobleces de esta misma en mi pecho, mis manos mas delicadas de lo normal y mis zapatos muy lustrados iban acompañados de un traje negro oscuro, del mismo color que el de Armand, la misma camisa que Armand, el mismo peinado que Armand y claro está el porqué, esa noche... los dos asistíamos a mi funeral.
Dos rapidísimas pestañeadas y todo se volvió distinto, no solo mi ropa y la suya, sino que las calles antes pavimentadas perfectamente ahora se volvían de adoquines, las luces publicas en tenues faroles, los autos en carretas poco a poco como si fuese retrocediendo en el tiempo mientras avanzaba en mi caminar para llegar a esa antigua "Nueva Orleans"; ni un sonido, ni una queja, ni un maúllo y ni un ladrido, solo sus pies y los míos en un principio, pero después su respiración acompañada del putrefacto y mortal aliento, lo tenia frente a mi, a pocos metros, no faltaba nada que avanzar, no faltaba nada para chocar con él, de pronto mis ojos se cerraron de un pestañeo natural pero con aquella calidad de detalle como si durara eterno el momento, comencé a disminuir la apertura de mis ojos y el estaba al frente, con su pálido color de piel, cada cosa se volvía mas borrosa y el estaba mas cerca con sus azulados y casi descoloridos ojos, su cara entre mis pestañas, sus dientes y colmillos sonrientes, hasta llegar al negro invencible de la oscuridad interna...
Volví a abrir los ojos y todo estaba igual, y el cada vez mas cerca casi respirando frente a mi, volví a pestañear y choque con el.
De reacción dije -"¡disculpe!"- rápidamente, era una persona, normal al igual que yo que se dirigía vestido de traje a algún lugar, lo inspeccioné con la mirada desde los pies a cabeza, cada detalle de su vestimenta era distinta, mire la ciudad rápidamente y nada era lo descrito anteriormente, lo volví a mirar y le repetí las disculpas, el miro hacia el frente y volvió a caminar, yo lo seguía mirando atónito, me miro nuevamente y solo con sus ojos me di cuenta que...
Como olvidar mi infancia junto a Anne Rice...
que emoción se siente leer un buen libro, esos que te hacen pasar horas frente a él consumiendo sus paginas una por una, que quieres saber inexplicablemente que te traerá de sorprendente la próxima, armando en tu memoria lo que han construido las pasadas.
los libros buenos marcan, quien termina de leer un buen libro, lo cierra y siente que en su vida algo ha cambiado, ha tomado nuevas formas, o siente esa incomprensible conmoción interna, como si el alma se detuviese a meditar; lo deja en su escritorio, lo mira nuevamente y piensa que ya la vida no la ve de la misma forma, hay colores que se han acentuado, otros han cambiado, algunos sonidos, una caricia, una persona ¡TODO! en su esencia cambió... un buen libro te acompaña de por vida... si no te ha pasado, te hace falta leer un buen libro.
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